Revista de Bajos

Guild Starfire II

Guild Starfire II

Ni más ni menos que en los años 50 fue cuando empezó Guild a fabricar instrumentos musicales, y ya ha llovido. Su trayectoria ha sido una especie de Guadiana, apareciendo y desapareciendo de la primera línea de combate en varias ocasiones, cambiando de dueños (hasta hace poco Fender fue la propietaria de la marca durante algunos años), de dirección e incluso de sede… pero el caso es que aquí sigue, y buena parte de su prestigio continúa intacto. Aunque siempre fue más conocida por sus guitarras acústicas, detrás de sus guitarras y de sus bajos hay historias verdaderamente apasionantes. Y parece que han decidido revivirlas, o al menos permitir que nosotros escribamos nuestras pequeñas historias propias con sus grandes instrumentos.

Es posible que para los que peinamos canas los nombres de bandas como The Grateful Dead, Jefferson Airplane o The Byrds signifiquen mucho musicalmente, pero también es posible que no, que sean simplemente nombres que suenan sin saber bien que hay detrás. Y es muy probable que las generaciones de lectores más jóvenes, ni siquiera hayan escuchado estos nombres en su vida. Desde aquí invito a descubrirlos, porque una cosa es segura: la historia del rock no se habría escrito igual sin dichas bandas ni sin otras muchas de la prolífica escena hippie californiana que empezaron a surgir a finales de los años 60. Dejo aquí solamente una referencia a tener en cuenta: cuando en 1995 los Grateful Dead dieron por finalizada su existencia por la muerte de su guitarrista y líder Jerry García, eran la banda del mundo que más conciertos en directo había dado, con la friolera de 2.307 actuaciones a sus espaldas, y también la que ante más gente había tocado sumando todas las audiencias de sus más de dos mil conciertos. También fueron Grateful Dead los primeros en tener un equipo gigantesco que requería 12 trailers para desplazarlo. Si le “preguntas” a Google por “Wall of Sound” alucinarás un buen rato. En fin, no quiero extenderme porque no es el objeto de este artículo, pero sí quiero que estéis mínimamente en situación, porque los tres bajistas de las tres bandas citadas (Phil Lesh de Grateful Dead, Jack Cassady de Jefferson Airplane y Chris Hillman de los Byrds) optaron por el Guild Starfire como bajo de cabecera en aquellos momentos decisivos de sus carreras. Y lo hicieron cuando Fender dominaba el panorama con su Precision y su Jazz Bass, e incluso Gibson veía los mejores momentos de ventas de su EB3.

Y ahora parece que la marca ha decidido que un legado así no puede olvidarse. Hasta ahora, si querías un Starfire, pues no había otra que acudir al mercado vintage. Pero al ser un modelo no muy difundido, no era ni fácil ni barato, y además con mucha porquería vieja y casi inservible circulando por ahí como si fuesen joyas. Guild ha puesto en circulación tres variantes del modelo: el Starfire (una sola pastilla), el Starfire II (pastilla de puente y pastilla de mástil) y el Starfire Chris Hillman Byrds Signature. El solo hecho de recuperar este modelo, con su singular diseño y su apabullante herencia, ya es una gran noticia. Ahora veamos qué nos dicen esta reedición.

Construcción

El modelo que solicitamos para la prueba fue el Starfire II, ya que nos pareció el más idóneo por la versatilidad de sus dos pastillas, y por lo tanto con un mayor abanico de posibilidades de encajar en más gustos y estilos.

El bajo nos llegó en un embalaje directamente del almacén europeo de Guild y nuestra primera sorpresa fue ver el estuche. Resultó el primer indicio de calidad al que luego siguieron muchos otros. Debemos hacer notar a estas alturas que toda la serie Starfire se fabrica en Corea, aunque hace ya mucho tiempo que eso no tiene más significado que el geográfico. Se puede fabricar con calidad en cualquier lugar del mundo, y con mala calidad también en todos los sitios. No hay más que recordar cómo eran los modelos coreanos de los primeros tiempos de los Lakland Skyline, una pasada de buenos y de bien hechos. Pues este caso es idéntico. Calidad tan incuestionable que si nos dijesen que están hechos en California, nadie tendría ni la más mínima duda.

¡Qué instrumento tan bonito! Quizás yo lo vea con los indulgentes ojos de la nostalgia, pero desde luego es uno de los bajos de caja icónicos de la historia, señorial, poderoso y elegante hasta decir basta. A su impresionante presencia estética contribuyen muy notablemente la magnífica caoba de su cuerpo, preciosamente veteada, y el acabado en poliuretano brillante. Durante el tiempo que estuvo en mi poder para la prueba, todo el que lo veía siempre comentaba lo mismo: ¡qué chulo! Y huelga decir que respira aire “retro” por los cuatro costados, porque resulta inevitable recordar que la primera versión de este instrumento se puso a la venta en 1965.

Una vez liberada mi admiración visual, vamos con los elementos constructivos. Tres características marcan en profundidad la personalidad de este bajo: es un bajo de caja semihueca, el tiro del mástil es de escala corta (30 pulgadas) y monta dos pastillas Bisonic, otra de las leyendas en lo que a electrónica se refiere.

Todo el cuerpo, incluidos tapa frontal, tapa posterior y laterales son de caoba, madera que además de darle al instrumento un formidable “look” de alta gama, contribuye a un sonido cálido y articulado al mismo tiempo. En el interior de la caja se dispone un bloque central que da solidez al conjunto y facilita la diseminación de las vibraciones por toda la extensión del cuerpo. No es la caja precisamente pequeña, pero he de decir que el contorneo del cuerpo permite tocarlo con comodidad, tanto sentado como de pie con correa. En esta última posición puede tender a cabecear un poquito si se sueltan las manos del instrumento debido a la simetría de su cuerpo, pero en cuanto se ponen las manos en el bajo para tocar ya queda sujeto sin problemas y no es nada que suponga un esfuerzo extra ni que canse.

starfire bass II trasera

El mástil de tres piezas también de caoba, con perfil en U, es fino y esbelto, y está encolado al cuerpo. Solo el palosanto del diapasón pone una nota diferenciadora en contraste con la caoba pero sin salirse del guión, porque es una madera con unas características similares, quizás de resonancia no tan articulada pero tan cálida o más que la caoba. Y también son de palosanto las selletas del puente, algo muy inusual, ya que suelen ser metálicas en la inmensa mayoría de los bajos. Este apoyo de las cuerdas sobre madera es otro factor que enfatiza la calidez y serenidad del sonido, rasgos sonoros ambos muy típicos de los bajos de caja, y más aún en los de aquella época.

Completan la descripción las clásicas aberturas en forma de F, el binding que ribetea el cuerpo tanto en el ensamblaje de la tapa frontal como de la tapa posterior y la típica pala de la marca, también simétrica. El acceso a los trastes más agudos no ofrece ningún problema porque el doble y simétrico cutaway parte del traste 19 y tiene gran espacio libre para la mano antes de llegar al cuerno inferior (una de las ventajas de los cuerpos de gran tamaño).

Por último, advertir que el pivote superior de enganche para la correa no está en el extremo del cuerno alto, como es lo normal en los bajos de hoy, sino centrado en la parte de arriba de la trasera del cuerpo, en el zoque de unión mástil-cuerpo, en un afán de respetar al máximo las características del diseño original. Y esto dificulta un poco la colocación de la correa, siendo conveniente utilizar correas con cordón (como en las acústicas) o, al menos, correas con los cortes de sujeción bien prietos para asegurar bien el enganche, además de ponerlas en este punto al revés de lo habitual (es decir, enganchando la correa con la cara frontal mirando hacia el instrumento), ya que de otro modo se saldrá a la primera de cambio. O, si no, utilizando straplocks.

Electrónica

La electrónica del Starfire II también nos retrotrae a tiempos gloriosos para la historia de la música: América, finales de la década de los 60. Hubo unos años en los que los bajistas americanos más “investigadores” e inconformistas pusieron los ojos en unas pastillas que se fabricaban en Noruega (¡nada menos!): las Bisonic que montaban los bajos Hagstrom. A la vista de esa corriente de admiración hacia esas poderosas pastillas, Guild rápidamente comenzó a incorporarlas a sus instrumentos, entre ellos a los bajos Starfire. Antes de que Guild tomase esa decisión, bajistas del peso del malogrado Berry Oakley (Allman Brothers Band) o el mismo Phil Lesh habían modificado sus instrumentos (Fender Jazz Bass y Gibson EB3, respectivamente) sustituyendo las pastillas originales por Bisonic, tal era la fama que aquellas pastillas tenían. Con el paso del tiempo, y cuando muchos años después desaparecieron de la fabricación, surgieron otras pastillas hechas a imagen y semejanza de aquellas: las Dark Star fabricadas por Fred Hammond y, años después, las BS-DS de Curtis Novack. Estas últimas son las únicas que se han mantenido a la venta en el mercado, convirtiéndose tanto las Bisonic como las Dark Star en objetos de culto que alcanzan elevados precios de venta en el escaso mercado de segunda mano.

Pues se acabó tener que añorar, porque es una especie de gran suerte que Guild las haya resucitado para este relanzamiento. Salvajes, masivas, poderosas, dimensionales… son algunos de los adjetivos utilizados para definir las originales por parte de quienes hasta ahora habían probado algunas de las versiones anteriormente mencionadas. Yo desconozco si estas nuevas están bobinadas con las mismas especificaciones que las anteriores, y como nunca he tenido oportunidad de probar las “antiguas”, tampoco puedo establecer una comparación fiable, pero sinceramente no creo que eso nos lleve a ningún sito. Este bajo monta esta nueva reedición de aquellas pastillas legendarias y de ellas vamos a hablar.

Guild Starfire II cuerpo

En cierto modo me recuerdan a las dobles humbuckers que tanto han predominado en los diseños de los bajos más agresivos de los años 2000. Pero solo me recuerdan por la elevada señal y por el gran margen dinámico y de frecuencias. Sin embargo, estas pastillas son más domables, más contenidas, más “vintage” en definitiva. Dicho de otro modo, sonido potente pero nada avasallador, timbre cálido pero no caliente, fuerza expresiva pero no agresividad. Son pastillas que por la amplitud magnética de sus dos imanes captan mucho campo de la vibración de la cuerda, pero también dan al sonido una impronta de bajo clásico, que es la esencia que llevan dentro.

El resto de la electrónica, a imagen y semejanza de la original, tanto en disposición como en mediciones de resistencias y potenciómetros, son dos controles de volumen (uno por pastilla), dos controles de tono (uno por pastilla), un conmutador de palanca de tres posiciones (pastilla de mástil-ambas pastillas-pastilla de puente) y un control de volumen general. Este último me encanta. ¿Cuántas veces habéis pensado que es un problema bajar el volumen en un Jazz Bass, o en cualquier bajo con más de una pastilla y un volumen por pastilla, cuando los dos están abiertos? Yo muchas veces, desde luego. Con el potenciómetro de volumen general, problema solucionado. Combinando las posiciones de los potes de volumen y tono doy forma al sonido, y con el de volumen general hago precisamente eso: subir o bajar el volumen.

¿Cómo suena? ¿Qué tal se toca?

Las sensaciones físicas son estupendas. Es un bajo más bien ligero, y en cuanto se ponen las manos en el mástil, se percibe comodidad, tanto por su perfil en U y su poco grosor como por el tacto del acabado, que es agradable y deja deslizar la mano con suavidad. Diapasón estrecho y escala corta son los ingredientes perfectos para manos pequeñas, o para manos grandes que prefieren moverse poco y, si se tienen que mover, hacerlo con suma facilidad. Si no estás acostumbrado a la escala de 30 pulgadas, al principio puede parecerte extraño, pero en cuestión de minutos ya estás como pez en el agua. Incluso a veces surge la pregunta-tentación: con lo cómoda que es esta escala, ¿por qué hay que esforzarse más con escalas de 34 y 35 pulgadas? Esta pregunta tiene múltiples respuestas, depende de quién la conteste, así que la dejo en el aire, quizás para un futuro artículo sobre pros y contras de cada tiro de escala.

Ya hemos dicho que la caja es voluminosa, pero lo acertado del contorno del cuerpo y el poco grosor de la caja compensan las grandes medidas, y no es un bajo incómodo de tocar. O al menos, no lo ha sido para mí. Desde luego, antes de una decisión de compra, es muy recomendable que cada uno juzgue esta cuestión por su experiencia personal tocando con él.

El sonido es algo especial. Y digo especial no porque sea nada raro, sino porque todas sus peculiares características lo convierten en un instrumento de marcado espíritu sesentero. Si buscas eso, te parecerá una gozada, una oportunidad de acceder a un instrumento con una personalidad diferente a la mayoría de los bajos de hoy en día; y si no lo buscas, vas a encontrar suficiente versatilidad como para poder utilizarlo en muchos contextos musicales, aunque nunca va a perder la vitola de “clásico”, pongas los tonos donde los pongas o utilices una u otra configuración de pastillas.

Parte integrante del sonido, como no podía ser de otra manera, es la resonancia que se produce en la caja semihueca. Porque todo lo que hemos dicho hasta aquí de la electrónica hay que considerarlo teniendo en cuenta que cuando la vibración de las cuerdas llega a ser recogida por las pastillas, ya viene definida por una resonancia que confiere al sonido un carácter aéreo, acústico y “maderoso” que se escucha menos apretado y compacto que en unbajo de cuerpo sólido. Y esa es la señal que las pastillas captan y transforman en impulsos eléctricos. No puede utilizarse como bajo sin amplificar, porque la resonancia no alcanza para tal, pero una vez amplificado sí que adquiere modos más naturales, físicamente hablando, que un bajo donde solo interviene la electrónica sobre una pieza de madera sólida.

La pastilla de mástil arranca tonos bastante profundos como cabe esperar de su posición pegada al final del diapasón, aunque menos enfangados que en otros bajos de idéntica posición (Gibson EB0 y EB3, por ejemplo), gracias en parte a la resonancia de la caja, que abre el sonido, y en parte al amplio espectro de frecuencias que procesa la pastilla.

La pastilla de puente reparte tonos más mediosos y gruñones, pero tampoco en exceso, también por la acción suavizadora de la caja y por la apertura sonora de la pastilla. Tocar con ella un buen rato soleada, y salvando las distancias, me transportó en cierto modo al universo Stingray. Y las dos juntas son, para mí, el equilibrio ideal de graves, medios y agudos, maridando perfectamente con el ambiente de naturaleza acústica que emana de la caja.

Por último, decidí cambiar las cuerdas de entorchado redondo que traía el bajo (unas D’Addario EXL165 de níquel con calibre 045-105) por unas de entorchado plano (Fender 9050M 55-105). No me pude resistir a retroceder del todo, es decir, a probar el Starfire II con el tipo de cuerdas con las que este modelo alcanzó su cima de popularidad en manos de los bajistas mencionados al principio. Y ya fue un deja vu total. Pura vuelta al sonido de la psicodelia, a las viejas grabaciones del Fillmore, a esas líneas de bajo que viajaban entre guitarras y teclados sin prestarles demasiada atención, a Woodstock y a la libertad de las jam bands mientras las audiencias bailaban con vestimentas de flores, cintas en el pelo y mucha rebeldía canalizada a través de la música.

Con las cuerdas planas, todas las sensaciones “vintage” se acrecientan, la energía se suaviza pero se hace mucho más concreta porque se recorta el sustain y las notas decaen antes, y el bajo empuja menos pero se entiende mejor. Desde luego, si nos compramos este bajo para saldar una cuenta de sonido con aquellos músicos y aquellos años, las cuerdas planas son una elección casi obligatoria. Si yo fuese el director de producto de Guild, sacaría este bajo con cuerdas planas de fábrica.

Guild Starfire II pala

Conclusiones

Hay reediciones que solamente responden a planes de marketing, que se parecen poco a los originales o que están hechas con tan baja calidad que ni a simple vista cuelan. Sin embargo, cuando se nos brinda la posibilidad de comprar nuevo un instrumento que se diseñó hace 50 años y que ahora se fabrica con respeto al legado, me parece que además de recuperar una parte de la historia, puede tener muchos adeptos y muchas aplicaciones, desde ejercer como puro ejercicio de nostalgia hasta ser una herramienta adecuada para afrontar estilos musicales inspirados en aquellos, grabaciones o directos profesionales donde se busque crear una atmósfera musical acorde con lo que este bajo puede dar, o simplemente divertidos “revivals”.

Creo que Guild ha hecho un trabajo sobresaliente, que muchas marcas deberían tomar como ejemplo. El bajo no es barato para estar fabricado en Corea, sino de precio medio (no llega a 1.300 euros en las tiendas), pero es que la calidad vale dinero. Ya se ha convertido en uno de mis puntos prioritarios en esa lista de deseos que nunca está vacía.

Jerry Barrios

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